Hay algo en el aire de esta región –o es quizá el agua– que hace que todo, absolutamente todo, corra a un ritmo diferente del resto del mundo. Y al tener su propio compás, se convierte en el sitio más seductor sobre la Tierra. El sudeste asiático no es solo una región, es un estado en el que cuerpo y alma se alinean para vivir una misma experiencia, la cual se adereza con una serie de sorprendentes maravillas que llenan los ojos completamente. Y es que si algo tienen estas coordenadas es la capacidad y el talento de convertir cualquier escapada –por breve que sea– en una travesía que nutre al espíritu.
Si esta aventura tuviese que empezar por alguna parte, la puerta de entrada sería Myanmar, el país más al norte de este sudeste que se ha hecho famoso en el mundo por Shwedagon, un complejo de pagodas de oro que se ha convertido en el espectáculo favorito de este país cuya fe budista le dota de un sinfín de razones para ser explorado de principio a fin. Por supuesto, la antigua capital y ciudad más poblada –Rangún–, la Piedra Dorada y la convivencia con las padaung, mujeres de larguísimos cuellos anillados, son solo más pretextos para iniciar este viaje con el pie derecho.
La siguiente parada es el reino de Tailandia, que tan exótico como su propio nombre, mucho promete y poco –o nada– decepciona. Aquí, los dragones encontraron su hogar y se adueñaron de las cornisas de los templos más impresionantes en todo el continente asiático. En Tailandia se vive en un mundo aparte y muy lejos del occidentalismo acostumbrado; es un punto donde las culturas se encuentran, se entienden, se abrazan y se complementan, y el mejor ejemplo de ello es su gastronomía. Rica en especias, capaz de mezclar el pollo con el cerdo en un mismo platillo, de gusto salado, ácido, dulce y picante al mismo tiempo, la tradición culinaria tailandesa es un viaje que las papilas gustativas deben hacer al menos una vez en la vida, pues como la vida misma, se necesita de todos los sabores para lograr un verdadero balance.
Ya que de equilibrio hablamos, prepárate para una experiencia vivaz y llena de adrenalina en Bangkok, la segunda ciudad más visitada de todo el mundo, solo por detrás de Hong Kong. Y cuando estés en el pico más alto de tus emociones, será tiempo de viajar a la parte más más auténtica y llena de costumbres endémicas: Phuket, Chiang Mai y las islas Phi Phi son solo algunas de esas paradas obligadas que deberás hacer, si quieres encontrar la verdadera personalidad tailandesa.
Seguimos con Laos, Vietnam y Camboya, tres territorios que, aunque son vecinos, poco se parecen entre sí. En Laos aguardan cascadas, cuevas, tigres y un modo de vida que se atañe a la filosofía budista. Es perfecto para hacer ecoturismo de pura cepa, pero también ideal para desenterrar los tesoros de la antigua Indochina francesa, pues al igual que Camboya y Vietnam, alguna vez formó parte de las colonias de Francia, lo que tocó de manera particular la cultura local. De Ho Chi Minh a Hanói, Vietnam es futuro pujante y profundo respeto por la historia de una nación estoica y magnífica. Siendo el país más poblado de la península Indochina, aquí las posibilidades son infinitas e incluyen playas turquesas, paisajes salidos de otro mundo, antiguas ciudades imperiales y –por supuesto– la postal vietnamita más entrañable: serpenteantes arrozales que construyen una estampa hipnóticamente bella. De los pueblos flotantes del Lago Tonle Sap al precioso blanco de las playas de Koh Rong, Camboya es un lugar inesperado con secretos tan ocultos que le permiten ser aún territorio virgen en gran parte de su geografía. Y entre tantos tesoros por descubrir, hay dos que son todo un privilegio admirar: el Mekong y Angkor Wat. El primero es un río que atraviesa la nación y que ha servido para conocer más a fondo la cultura camboyana. El segundo, las perfectas ruinas que la naturaleza ha reclamado como suyas y que son el orgullo de este país, pues incluso las llevan como estandarte en su bandera. Antes de dejar el sudeste asiático continental, hagamos dos paradas. La primera de ellas es Malasia, donde el islamismo y el budismo han sabido coexistir y dotar de un rico abanico de costumbres y tradiciones a los malayos. Así, entre majestuosas mezquitas y esculturas budistas que se abren camino incluso entre cavernas, Malasia es una serie de sorpresas para la que debes tener bien educada la mandíbula. Y cuando crees que ya nada podría sorprenderte, aparece la estrella nacional: Kuala Lumpur, que con sus increíbles Torres Petronas se antoja moderna y futurista.
Pero si del futuro hay que hablar, definitivamente el futuro –a nivel mundial– se ha instalado permanentemente en Singapur, nuestra segunda parada. Esta ciudad-estado es pequeña, pero no te dejes engañar. Este es el país más industrializado de los cinco continentes, gracias a una economía efervescente que le ha convertido en el “tigre de Asia” –nombre que se le otorga a los países del continente que crecen a más del siete por ciento anual, de manera ininterrumpida–. Así, todo lo que toca el sol, es sinónimo de progreso, riqueza, tecnología e innovación. Dejando atrás la parte continental, es hora de sumergirse en las aguas de los muchos mares de esta región: el de China Meridional, Java, Célebes, Jolo, Banda y Timor, todo con el propósito de conocer al resto de los miembros del sudeste asiático. Pero empecemos por el principio, es decir, por Indonesia. Conformada solo por islas, Indonesia está hecha de mil culturas dentro de una misma nación. Es hogar del famoso dragón de Komodo y de tres de los grandes simios que existen en la Tierra: el orangután de Sumatra, el orangután de Borneo y el orangután de Tapanuli, motivo por el que es además un santuario que también alberga flora y fauna tan propia como exótica.
Pero las tierras indonesias también comprenden la ajetreada y siempre vibrante ciudad de Yakarta, que contrasta con la vocación relajante de Bali, la estrella del turismo local que tiene todas las razones para que te instales aquí: aguas clarísimas, una rica vida cultural y muchas maneras de demostrar que el turismo y el cuidado al medio ambiente no están peleados en lo absoluto. Brunéi es un acertijo que vale la pena resolver. Bandar Seri Begawan es el mejor lugar para empezar la travesía bruneana. La capital de este sultanato, como todo país islámico, promete increíbles mezquitas que resuenan a la hora del rezo, pero también es punto de partida hacia diferentes reservas naturales y parques nacionales que en conjunto conservan el hábitat de más de 150 especies, entre las que destacan las panteras, monos, lagartos y serpientes. Desde Brunéi, demos un salto al norte para llegar al siguiente destino: Filipinas. Aquí yace una de las Maravillas Naturales del Mundo: el Parque Nacional del río subterráneo de Puerto Princesa, un lugar que se describe con una sola palabra: ESPECTACULAR. Pero no es la única joya natural filipina y para muestra están los paisajes de Palawan, las montañas de chocolate en Bohol y las olas favoritas de los surfistas en la isla de las Palmas. Pero en suelo filipino también se encuentra Manila, el epicentro de la región y bastión cultural nacional. Aquí podrás disfrutar de ricas tradiciones que, a diferencia de otros lugares en Asia, están conectadas por el cristianismo; un legado español que ha perdurado a través de los siglos y que ha cobrado personalidad propia. Para cerrar con broche de oro este recorrido por el sudeste asiático, viajemos hasta el primer estado soberano que promulgó su independencia en pleno siglo XXI: Timor Oriental. Antigua colonia portuguesa y posteriormente indonesia, es una nación con un sincretismo único, en el que el catolicismo se encuentra de frente con el islam. Sin embargo, también es un paraíso natural ávido de ser explorado y, entre parques protegidos, islas sagradas y playas vírgenes, este es el lugar perfecto para reconectar con el propósito verdadero de la vida: la felicidad. Bienvenido al sudeste asiático… un lugar poderosamente seductor.

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