La ciudad más innovadora de los Estados Unidos es un mosaico de culturas y posibilidades que, en cualquier caso, siempre le hacen bien al alma. Esta es mi bitácora por la ciudad del Golden Gate, la diversidad y las painted ladies.

Arrancamos el día como se debe: tomando el mejor de los desayunos en San Francisco. Estamos en Tartine, uno de los lugares que ha emcumbrado la panadería artesanal en toda la Unión Americana y que se caracteriza por su espíritu siempre lúdico y siempre innovador.

Mientras le doy un bocado a mi todavía humeante croque monsieur, me viene a la mente todo lo que está por venir aquí en esta ciudad. Y es que justamente lúdica e innovadora son dos palabras que alcanzan a describir el tipo de experiencia que –como visitante– este lugar es capaz de ofrecer.

Sumergidos en el Mission District –que se ha ganado a pulso el ser conocido como el barrio hipster y donde nacen todo tipo de innovaciones en cuanto a tiendas, cafeterías y galerías– es imposible dejar de sorprenderse por cómo el significado de la palabra “creatividad” adquiere no solo nuevos sentidos, sino nuevas formas de manifestarse.

El arte se desborda por las fachadas de casas de estilo art noveau que se han cubierto de poderosos mensajes que enaltecen la libertad y estimulan la diversidad, conceptos que toman fuerza y sentido calles más adelante, cuando los cruces de cebra se pintan de colores formando arcoiris, anunciando así la llegada al Castro District, el barrio gay, pero también un sitio histórico donde la comunidad LGBTIQ+ logró crear un bastión donde la tolerancia se predica y se practica al unísono.

A través del tiempo, San Francisco ha sido una ciudad con vocación receptiva, lo que le ha permitido convertirse en el crisol de culturas que es hoy. Pero también la ciencia y la tecnología encontraron tierra fertil para echar raíces y crear una atmósfera donde la innovación se volvió el pan de cada día. Fue así que lugares como el Silicon Valley –ubicado al sur de la Bahía de San Francisco– logró florecer y albergar a las empresas americanas más importantes del ramo.

Tras haber desayunado, nuestros pasos nos conducen inadvertidamente hasta el Alamo Square, un sitio estratégico desde donde puedes observar varios puntos importantes. ¿El más cercano de ellos? ¡Las Painted Ladies!, casas de estilo victoriano que han sido inmortalizadas en diferentes filmes y que constituyen una excelente postal para reportar tu paradero a través de Instagram. Si el día lo permite, desde aquí se obtienen también panorámicas que capturan sitios como el edificio del ayuntamiento, el Golden Gate y la icónica Pirámide Transamérica.

Los amantes del shopping encuentran un excelente pretexto para visitar San Francisco a solo unas cuantas cuadras hacia adelante. Partiendo del lado oriente del Alamo Square, llegarás a The Tenderloin, el barrio donde se albergan los mejores almacenes. Decidimos visitar las tiendas más famosas: Saks, Bloomingdale’s y Macy’s, donde es imposible mantener la cartera guardada y el control de los deseos.

Tras una caminata sustanciosa, el cuerpo pide algo de comida. Mi muy personal recomendación es aprovechar tu hambre y no desperdiciarla pues, San Francisco se ha convertido en la meca culinaria de California, con más de 30 restaurantes con estrellas Michelin, por lo que vale la pena adentrarse en alguno de los conceptos que se han instalado en estas latitudes.

Saison, cuyo elemento principal es el fuego, es un restaurante que resalta por encima de los demás por esta idea de mantener vivas a las llamas de la cocina, desde su apertura y hasta que la jornada termina. Sin embargo, no es el único emplazamiento que vale la pena visitar. Avery, Atelier Crenn, Benu, Californios, Ju-Ni, Mourad, Omakase, Sorrel, Spruce y Wako son otros sitios con la distinción Michelin que vale la pena conocer.

Con la barriga llena y el corazón contento, nos enfilamos hacia los muelles del Financial District, donde vale la pena tener un momento para contemplar la belleza de los rascacielos y sentir la magia de una ciudad que –en el sentido más literal y también en el figurativo– vibra alto, muy alto.

Para cerrar el día, qué mejor que entregarse a la rica y amplia vida nocturna de San Francisco. No importa si es solo un trago casual en una bella terraza o una noche de fiesta que acabe hasta altas horas de la madrugada, aquí es posible disfrutar del cielo nocturno como en ninguna parte y las opciones aparecen casi por osmosis, en cualquier rincón de la ciudad.

El día ha terminado más rápido de lo normal, como si aquí el tiempo corriera a un ritmo diferente. Hay tanto que ver y hacer que las horas se acortan y mientras escribo estas líneas, me doy cuenta de que está apunto de amanecer en esta urbe que no deja de sorprender ni al más incrédulo. Me pregunto qué nos tiene deparado este nuevo día la pequeña e inmensa San Francisco.

Quizá con las piernas ya descansadas nos animemos a subir los escalones de la Filbert Street o tal vez nos adentremos a las subidas y bajadas de Nob Hill, donde nos aguardan siete colinas y –afortunadamente– un tranvía turístico que te permite disfrutar del paseo sin el rigor físico.

Definitivamente habrá que hacer espacio para ver la zigzagueante calle Lombard, tomar fotos al Bay Bridge y visitar la Marina District, desde donde se puede tomar un ferry que te lleva a conocer la bahía, la zona de Alcatraz y te acerca también al ícono de la ciudad: el Golden Gate.

Evidentemente, en mi lista no puede faltar el Ferry Building, que tiene fama de ser uno de los lugares predilectos por los locales, especialmente por las mañanas. Me han prometido que ahí encontraré chocolaterías, vinerías y productos artesanales gourmet… y todo, enmarcado por una de las construcciones más preciosas de todo el condado. 

También quisiera visitar el Barrio Chino, que es uno de los más antiguos en Estados Unidos y el segundo más grande, por detrás del de Nueva York… lo que hace falta es que los minutos transcurran más despacio para lograr todos los anhelos que tengo depositados en esta estancia.

Los primeros días de tu visita a San Francisco, vale la pena llevar una agenda para conocer la mayor cantidad de puntos. Sin embargo –y si tu itinerario te lo permite– asegúrate de destinar tiempo a la improvisación y sumérgete por completo en esta urbe que lo tiene todo para todos.

Camina por sus calles, visita sus museos, disfruta sus propuestas y asegúrate de llevarte muchos buenos recuerdos. Estoy seguro que no te costará trabajo pues, la ciudad es sumamente generosa con sus visitantes y ofrece más de mil motivos para sentirse afortunado de estar aquí.

Ojalá que mi experiencia logre inspirar la tuya. Mientras tanto yo –que la emoción me ha borrado el sueño– me voy saliendo ya hacia la calle; a seguir con la aventura tan presto como es posible. ¿Dormir? Ya habrá tiempo para dormir, mientras tanto, San Francisco espera.

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